sábado, 24 de enero de 2009

Tardes de enero


En esas tardes de enero,
el sol destiñe la siesta,
quemando los pastizales,
sobre esas tierras sedientas.
Por ahi andaba mi abuelo,
trabajador sin protesta,
solo se escucha a lo lejos,
al crespin que anda llorando,
y hay un respiro de fuego,
y el suelo es un incendario,
y un remolino hacia el cielo,
se va trepando,
en el ardiente salitre.
Quedan los rastros,
traviesos de algun changuito,
que anda jugando.
De palo es su caballito,
y en sueños va cabalgando.
En forma de cicatrices,
esta la tierra partida,
llorando lagrimas rojas,
de fuego por sus heridas,
mis manos son dos antorchas
que llevo siempre encendidas.
En vano es siempre la espera
que el cielo moje las siembras
y en los campos infinitos
se mueren las sementeras
es la esperanza del pobre
el fruto que nunca llega.
Y el campo gime en silencio
su desamparo y en su letargo infinito
anda llorando.
Y el diablo baila en el momente enamorado.

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